Que hago con esta chica

17 agosto 2006

“SMOKE GETS IN YOUR EYES"






La primera vez que escuchó la canción pensó que se podía llegar a matar por ella.
No tendría más de doce años cuando la escuchó en una de sus películas favoritas.
Los platters con su canción "smoke gets in your eyes" habían llenado de felicidad gran parte de su vida.
Cuando un matón de instituto le pegaba, cuando su madre le pegaba a su vez por dejarse pegar por otros niños, cuando su padre le pegaba a ella por no tener las tareas de la casa hecha allí estaban los platters con Andy Moss para sosegar un poco su alma.
Y ahora, con más de treinta años y tras otro fracaso (últimamente venían uno detrás de otro) escuchaba la canción una vez tras otra para intentar permanecer tranquilo.
No entendía la letra, el inglés nunca fue lo suyo. Tampoco le había interesado mucho traducir la canción porque no le importaba qué significaban sus palabras. Le bastaba con escuchar ese ritmo mágico y la voz dulce, suave y melodiosa de su cantante Andy.
Cuando escuchaba la canción ésta lo llevaba en volandas, lo elevaba en el aire y lo conducía a otra realidad, otra bien distinta donde él sí había conseguido triunfar como escritor, el sueño de su vida. Una realidad donde su mujer era comprensiva y le apoyaba en todo, tal y como era Sara al principio.
Cerró los ojos con más fuerza. Dio un largo trago al güisqui solo con hielo que reposaba encima de la mesa.
<> canturreó mientras se levantaba y bailaba con una Sara inexistente tanto en su mundo irreal como en el tangible( Sara hacía tiempo que había dejado de ser dulce) en el que tenía que pelear día tras día contra ese bloqueo mental que le atenazaba el alma prohibiéndole escribir.
Necesitaba escribir, era un anhelo tan grande que escaso eran los días en que no se sentaba infructuosamente delante del ordenador aún a sabiendas de que no escribiría nada y de que eso bajaría cinco grados en la escala de "soy una mierda" perteneciente a su auto—estima.
Agarró el vaso de tubo y salió de la cocina dejando que la canción le acompañara hasta el ordenador. Cuando lo encendió seleccionó en él la misma canción y ésta sonó por partida doble en la casa. Luego subió a la planta de arriba y buscó en las estanterías un CD de los Platters que tenía por decenas en la casa. Lo puso en la cadena musical, seleccionó la canción y pulsó el botón "repeat" tal y como había hecho abajo allí donde había puesto la canción, "su canción" porque él pensaba desde hacía mucho tiempo que tenía tanto derecho sobre ella como sus propios autores pues había sido toda una vida con ellos, sintiéndolos, vibrando con cada una de las veces en que la había escuchado sin decaer ni un momento. Y no solo se acordaba de ellos en los malos momentos, como hacen las personas con sus dioses. Aunque para él la canción era en sí una diosa mitad Afrodita mitad Atenea, sino que hasta los buenos momentos los había compartido con ella.
Recordó la presentación de su primera novela en Madrid, cuando había convencido al organizador para que pusiera la canción de fondo a sus palabras y entrevista porque le daba buena suerte.
La casa era una autentica discoteca en un homenaje a los Platters. Pensó que sería buena idea bajar al garaje y ponerla en el coche. Bajó de nuevo a la primera planta, bailando por las escaleras y casi a punto de caer por ellas. En un momento dado el vaso de güisqui cayó por ellas y se rompió al llegar al último escalón. En ese mismo instante llegó su mujer, Sara.
Tapó como pudo sus oídos pues la música de tan alta que estaba le hería los tímpanos. Además de eso, odiaba esa canción, odiaba al loco de su marido y odiaba la vida que llevaba.
Primero se dirigió a la cocina y apagó bruscamente de un manotazo el radiocasete. El aparato cayó al suelo y se hizo trizas. El CD se partió casi por la mitad dejando en un lado de él "THE PLAT y en el otro TERS".
—¡Estás loco jodido cabrón!—Gritó su mujer por encima del volumen de la música del ordenador y de la cadena de arriba. Pateó lo que quedaba de radiocasete y se hizo daño en el pie. Venía despeinada y con el vestido medio desencajado.
—¿ A quién ha sido ahora?— Preguntó él que permanecía en el penúltimo escalón de la escalera haciendo gestos extraños con las manos.
Ella le miró extrañada y respondió airada:
—Maldito borracho hijo de puta…
—Falso…tú no fuiste mi madre.
El comentario le hizo tanta gracia que al reírse de forma tan brusca perdió el poco equilibrio que tenía y cayó de bruces por los dos escalones que quedaban hasta el suelo de parqué. Su mano cayó encima de los cristales del vaso roto y sus venas se rasgaron dejando brotar un manantial de sangre.
En esta ocasión fue su mujer la que rió. Pasó junto a él y le pisó la mano herida. Los cristales entraron en ella produciéndole gran dolor y despejándolo un poco. Luego, la mujer se dirigió al ordenador y empujó la pantalla hasta tirarla al suelo, la música cesó para dar lugar a un pequeña explosión, poco después se encaminó arriba y mientras él permanecía en el suelo perdiendo sangre y mirando con ojos perdidos al techo de madera mientras todo le daba vueltas oyó como su mujer destrozaba la cadena musical con gran estruendo y los platters callaban sumiéndolo en un estado de desesperación y agonía. Sabía que de seguir así moriría pronto pero lo que más le importaba era que su canción favorita había dejado de sonar.
Cerró los ojos, esperaría que las parcas cortaran pronto su hilo y deseó que en el cielo también se escucharan los platters. De repente algo pasó, fue una brisa fría y rápida que recorrió en remolino las escaleras , abrió los ojos y vio como la brisa de un color negro y betas rojas entraba en el radiocasete destruido e iba reconstruyéndolo pieza por pieza, tornillo por tornillo. En menos de un minuto el CD y el radiocasete estaban mejor que nuevos. El primero se introdujo en el segundo y "Smoke gets in your eyes" sonó de nuevo. Con más fuerza si cabe pues enseguida reconoció que la música había cambiado un poco pues ahora sonaba en un mítico concierto que dieron y los aplausos y gritos de la gente se escuchaban de fondo.
Se incorporó de medio cuerpo. Miró su herida, no paraba de sangrar. Sintió que la canción lo guiaba, lo arrastraba cariñosamente de nuevo a esa realidad en que él era quien quería ser y en que su mujer le quería por encima de todo. En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad…
Agarró el trozo de cristal que le había cortado las venas y se levantó. La voz le acompañaba en cada escalón que subía, la sentía dentro de su cabeza, muy dentro, casi como si estuviera en la cabina de sonidos con ellos, a oscuras, mientras no paraban de cantar para él.
Arriba Sara seguía destrozando muebles y demás enseres. Subió los escalones lentamente, por su muñeca corrían hilos de sangre hasta su mano, luego bajaban hasta sus dedos y corrían por el cristal goteando en los escalones.
Iba tarareando de nuevo la canción, con los ojos cerrados y obedeciéndola. Ella le guiaba, ahora la entendía perfectamente. Sabía lo que decía su letra, lo que le ordenaba.
Entró en la habitación y vio a su mujer de espaldas, agachada, con las manos apoyadas en sus rodillas y jadeando. Por la habitación parecía haber pasado un mini-ciclón.
Se acercó por atrás y con la mano derecha la abrazó por la cintura, incorporándola un poco. Su otra mano, la que cargaba con el cristal hizo el resto y su mujer dejó de jadear de golpe.
Ella gritó y su garganta emitió un grave gorgoteo y él pensó que debía de ser de la emoción de escuchar y entender por primera vez a los platters, estos no dejaron de sonar en ningún momento y él se sintió feliz. Totalmente feliz.

Triste.. pero demasiado real.


Si has llegado hasta aqui leyendo... Gracias y un beso.


:: Postado por yosola | 18:41 |

Comments:
niña, pero q es esto?? :-S
 
"Esto" son cosas ke pasan a diario...
 
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